sábado, 11 de enero de 2020

A CUENTAGOTAS

Me estoy acostumbrando a esta sensación de estar fuera de mi,
fuera de cualquier lugar del mundo,
fuera de cualquiera que se acerque;

Me estoy acostumbrando al no ver las horas pasar,
a la respiración pausada y entrecortada,
al silencio de la palabra en temprana madrugada;

Me estoy acostumbrando al contínuo vaivén del susurro interno,
ese que "consuela" con que volverás,
con que volveré...

No, en realidad te acostumbras al despertar de la piel tras ese escenario borroso por el tiempo,
el cual parece que pasa desapercibido,
pero no.

Te acostumbras a los cristales agrietados en el pecho,
en el grito ahogado sin emisora que conecte;

Te acostumbras a los trenes sin destino fijado y en los del porvenir,
el transporte del caos y la discordia,
pero también del fluir adictivo de la llama.

Te acostumbras al dulce sollozo que recibía tu garganta,
a mi nube de razón que trata de tapar los pedazos de ese llanto,
la que tanto convence de lo bien que está mi mundo sin ti.

Te acostumbras a la cara de imbécil perdedor en este juego sin dados,
de casilla única y pretensiones de doble filo.

Te acostumbras a la cara no ruborizada con ese nunca más,

Te acostumbras a asumir que los pedazos no volverán a unirse y que este corazón está sin salida de emergencia.

Te acostumbras al jugueteo del latir sin asumir responsabilidades,
Pero entonces ¿por qué me cuesta tanto asumir que no volverás y que no volveré?
¿Por qué no se aprecia este sinsentido oscurecido por dolor?
¿Por qué no soy capaz de recomponerme cada vez que mis recuerdos me visitan?
¿Dónde está el folio en blanco que me exprima?
¿Dónde está la debilidad que me derrita?
¿Ha sido real lo que me sigue moviendo en la misma dirección otra vez?
¿O es solo un espejismo fruto de mi inexperiencia?
¿Se puede echar de más lo que un día fue echarte de menos?

Solo sé que hay demasiadas voces y ninguna respuesta.


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